A pesar de que septiembre llega con buen sabor de boca para el turismo tras la espectacular temporada estival, la incertidumbre económica con la que afrontamos el otoño, con la reciente subida de los tipos de interés del Banco Central Europeo (BCE) y con la inflación y los costes energéticos en máximos, hacen que el escenario para este sector esté lleno de grandes incertidumbres y obliga a los profesionales a seguir trabajando intensamente.
“La temporada de verano ha sido extraordinaria en cuanto a números, en ocupación e ingresos por turista. Ni la guerra de Ucrania, ni el aumento de precios ni el Brexit han podido frenar una temporada que alcanza ya los niveles de 2019 en todos los registros”, apunta Alberto Peris, director ejecutivo y socio fundador de CESAE Business & Tourism School, que añade que “esto no implica que todo haya sido un camino de rosas, ni mucho menos. Las empresas hoteleras y los profesionales han sufrido mucho para sacar adelante el trabajo, dadas las dificultades en España para contratar profesionales del sector, que sumado a que las plantillas muy mermadas, han provocado un gran desgaste en todas las posiciones, puesto que todos los trabajadores han estado y siguen estando sometidos a cargas de trabajo muy superiores a las razonables”.
Entre los retos a los que tendrá que hacer frente el turismo en el cuarto trimestre de 2022 está la inflación. Alberto Peris señala que “dado el upgrade experimentado por el destino España en los últimos años, el efecto de la inflación no ha tenido consecuencias sensibles en esta temporada”.
Este experto, no obstante, advierte que “de cara al futuro, sin embargo, lo que parece inevitable es que los márgenes de beneficio se vean afectados, a pesar de que la demanda crezca y el gasto por visitante también, puesto que clásicamente el sector no ha repercutido en el precio los niveles de inflación sufridos en su totalidad, absorbiendo buena parte del impacto con sangre propia”.
Este experto destaca que también “es cierto que lo que se creía que era un aumento más acotado de la inflación, aunque agudo, podría alargarse debido a la crisis energética provocada por Rusia. De nuevo, un contexto complicado en ese aspecto puede no perjudicarnos en exceso debido a una mejor situación relativa de nuestro país respecto a sus competidores. En definitiva, una gran temporada en ingresos se ve amortiguada por el aumento de los costes y, de cara al futuro, parece que esta tendencia tendría que ir mejorando y que los márgenes fueran ampliándose paulatinamente”.
En este escenario, otro de los temas que preocupan a los profesionales del sector del turismo es la climatología. El director ejecutivo y socio fundador de CESAE Business & Tourism School afirma que “el cambio climático ya está afectando a turismo, sobre todo, en dos aspectos: la movilidad y la gestión de la huella de carbono en las instalaciones hoteleras. Quizá el efecto más espectacular haya sido la influencia de este factor en el aumento de los traslados en tren –alta velocidad– en detrimento del transporte aéreo, pero en los siguientes años y con la subida de los precios del combustible, veremos aún cambios más dramáticos. La evolución hacia fuentes de energía limpias en la propulsión de los aviones puede suponer un punto de inflexión en este aspecto, aunque nada parece indicar que esto vaya a ocurrir a corto plazo, ni siquiera a medio”.
Para Alberto Peris, “es significativo el impacto que la evolución tecnológica del coche eléctrico va a tener en la movilidad turística, puesto que los niveles de autonomía cada vez mayores y una red cada vez más abundante de puntos de recarga también favorecerán este tipo de medio de transporte a distancias cada vez más largas”.
Mientras, en cuanto a la creciente sensibilización de los clientes sobre la responsabilidad en la gestión energética de las compañías hoteleras, este experto resalta que “está provocando que cada vez más establecimientos ofrezcan aplicaciones y métodos para que cada uno pueda evaluar la huella de carbono de su estancia y tomar decisiones al respecto. Desde luego que las prácticas de ahorro de agua –y por consiguiente de energía–, la instalación de tecnología para incrementar la cuota de energía limpia, el uso de materiales reciclables y la promoción de buenas prácticas en general, serán factores que apreciarán los clientes de manera creciente y que ofrezcan ventajas competitivas a aquellos que los fomenten”.
Por último, a todo esto, hay que añadir las tasas políticas y la incertidumbre política. “Los tiempos en los que las tasas turísticas tenían un precio político han pasado. El tiempo se ha encargado de mitigar su efecto negativo, y lo cierto es que parece ya comprobado que no tienen efecto alguno sobre la demanda, incluso donde son más elevadas –en Nueva York pueden suponer el 20% de precio de una habitación–. Sí parece que se abre un debate de hasta qué punto pueden servir para controlar una masificación turística que a largo plazo no parece beneficiar a casi nadie, pero es un debate abierto sobre el que aún no hay datos que apoyen ninguna certeza”, admite el director ejecutivo y socio fundador de CESAE Business & Tourism School.