Me levanté tarde, como cada día durante mis vacaciones, es es todo el objetivo de tomarse un tiempo en un lugar confortable, con todas las necesidades cubiertas y que, para variar le atiendan a uno como un rey, en lugar de andar corriendo todo el día estresado para atender a los clientes de uno.
Lo primero que hice al despertar fue sentarme en la cama y admirar un día más la maravilla de habitación que me había reservado mi amigo Luís. Pensé que para eso se tienen los “amigos de toda la vida” para que estudien turismo y terminen dirigiendo uno de los más lujosos y avanzados hoteles del mundo, como este, el “Royal Tech” en Costa Adeje.
La Suite que Luís eligió para mí no solo es de las más caras y espaciosas, sino una de las 60 habitaciones con el servicio “Ultra Comfort”, que consiste en que, además del asistente virtual dotado de Inteligencia Artificial, que es hoy día estándar en cualquier hotel regularcito, el “Royal Tech” también cuenta con Bautisto, el robot mayordomo o “RoboDomo” que me atendió desde mi llegada, y que no se separaba de mí ni un momento.
Como cada mañana, me puse el albornoz y me dirigí hacia el baño, mientras le pedía al asistente que abriera las cortinas, para disfrutar de la maravillosa luz del Atlántico a media mañana. Las cortinas se abrieron con un suave zumbido, y la luz inundó la Suite.
Una vez en el enorme baño, frente al espejo holográfico que me indicaba la información meteorológica en Costa Adeje, sin tener que tocar el grifo, pedí agua tibia y elegí, entre las muchas opciones el jabón dermo-saludable con esencia de coco, me lavé la cara, me cepillé los dientes y me senté en el retrete mientras la pantalla holográfica frente a mí me mostraba las noticias y vídeos más interesantes del día, siguiendo mis gustos, asociados a mi actividad diaria y a mis hábitos de búsqueda en mi móvil, tableta y portátil.
Al terminar, la maravillosa sensación de limpieza del inodoro robótico me dejó el trasero como los chorros del oro, a ver, no es como un lavado de coches, para nada, cuando te sientas, hay un sensor que detecta que estás ahí, notas que el asiento está caliente, lo cual es agradable. Para lavarte, tienes un control remoto con varias opciones: lavado total, trasero o frontal (obviamente, mi señora y yo tenemos gustos diferentes en cuanto a eso) cuando eliges, siempre con la voz, la varilla de robot sale entonces de su cámara cerrada y libera un espray de «unas 70 gotitas de agua por segundo» según la info que aparece en el display.
Cuando me lo explicó el primer día de estancia: “Señor Ortiz, este es nuestro Inodoro Royal Clean” me apuntó: «Puede ajustar su posición, la intensidad del agua y, por supuesto, la temperatura. También hay una función de secado que dispara aire caliente y además, Señor Ortiz, es muy higiénico.”
Tras mi refrescante e higiénica deposición pude disfrutar con toda transparencia (incluso excesiva para algunos, supongo) del ciclo de reutilización “Royal Recycle” que está integrado en todos los procesos del hotel, viendo como a los pocos segundos de terminar, en el tiempo de pasar a la ducha, mis deposiciones se procesaban y en segundos, se habían recalentado, deshidratado y convertido en compost, que automáticamente se añadíó a las plantas tropicales que adornan el enorme centro de la zona de baño. Ahí aplaudo la quizá excesiva transparencia del hotel en transmitir esta información, que a gusto de mi señora, es tal vez demasiado detallada.
La ducha fue relajante, como siempre, pedí esta vez un chorro a potencia media con agua a 39 grados, y tras recibir un soberbio masaje del sistema “RoyalThaiShower” que me dejó adormecido, pedí para terminar un refrescante chorro a alta potencia con agua a 25 grados, que me espabiló y dejó listo para un día de excursión al Teide.
Al salir de la ducha fue cuando eché de menos por primera vez a Bautisto, no me percaté de su presencia, aunque siempre me saluda amablemente cuando detecta por mi movimiento ocular que he salido del sueño profundo y mis pulsaciones indican que he despertado, no, esta vez, no escuché su cálido “Buenos Días, Señor Ortiz” con la imponente voz grave de Constantino Romero.
He de decir que el primer día salté de la cama con ese vozarrón, pero al poco me acostrumbré, aunque todavía creo que esa elección de voz, aunque con mucho caché, asusta un poco con su gravedad, sobre todo si Bautisto se acerca por detrás sigilosamente y te habla de golpe.
Ese día Bautisto no había dado aún señales de vida, me dirigí al hall, y allí estaba, quieto, con su aspecto amable de siempre y su brillante cara cromada, en modo carga. Me acerqué y le dije “Bautisto”, “¿Bautisto?” Nada. Ni pío. Ni un sonido, ni una vibración, ni un blip. Me preocupé.
Pedí al asistente virtual que avisara a Recepción, que Bautisto se encuentra mal, y al momento, en el espejo del hall apareció en la pantalla amoled la amable cara de la recepcionista, quien me indicó que ya había pasado automáticamente el parte al servicio técnico, y que en minutos estaría solucionado el problema de Bautisto.
Antes de que desapareciera la faz de la amable recepcionista el asistente me indicó que el Servicio Técnico estaba en la puerta, autoricé la apertura y acceso, y entraron los dos jóvenes técnicos, se presentaron como Jonay y José, y se pusieron manos a la obra mientras yo me senté un rato en la terraza disfrutando de experiencias en Realidad Virtual con los visores 360 que el hotel tiene distribuidos por todo el hotel, habitaciones y zonas comunes, aproveché para ver el interior y las experiencias de la Casa de carnaval y el Museo de la Naturaleza y el Hombre, en Santa Cruz, ya que estaba, compré un par de entradas para dentro de un par de meses, cuando regreso a Tenerife, esta vez con mi señora, a quien le encantan la cultura y los museos.
Al rato, Bautisto estaba ya listo, Jonay, el Técnico Robomecánico, me comentó que primero creyeron que sería un problema de programación, por eso había traído a José el Técnico de Robosoftware, pero finalmente había sido una pelusilla que se había acumulado en el sistema de refrigeración de Bautisto, atorando el ventilador, así que con un poco de aire a presión para expulsar la pelusa, el sistema se reinició y Listo Bautisto, tras un par de blips, blips, bloooops… lucía de nuevo en todo su esplendor Maryordómico. Les dí a los dos una propina lanzándoles 0,005 bitcoins digitales con un rápido movimiento de mi Smartwatch, que ambos recogieron con gratitud en sus smartphones.
“Bautisto, buenos días, cómo te encuentras?” le dije a mi RoboDomo. “Bien señor, me parece que tuve un pequeño síncope esta mañana, pero ya me encuentro mejor” contestó.
Bautisto me preparó entonces el café, unas tostadas y un huevo 3 minutos que tomé en la terraza, mientras me contaba chistes de australianos, me reí mucho, Bautisto tiene un enorme repertorio acumulado con tantos años de atender clientes de todo el mundo, a quienes siempre pide que le cuenten sus mejores chistes, así tan pronto parece un chiquito de la calzada de latón o un Jon Stewart con ruedas.
“Esta mañana me preocupé por tí, Bautisto” le dije. “Gracias señor” contestó gravemente.
Bautisto bajó conmigo a recepción y me llevó con el coche eléctrico que el hotel ofrece a cada huésped hasta el Teide, como siempre, me fue comentando durante la ruta los lugares más interesantes a medida que pasábamos cerca de ellos, gracias a su geolocalización incorporada, respondiendo puntualmente a cualquier pregunta, proyectando en Realidad Aumentada imágenes históricas o información relevante sobre el cristal del parabrisas o la ventanilla, muy útil para identificar elementos sobre el paisaje cuando vas en marcha. A la vuelta, me preparó la merienda junto a la piscina del hotel. A todo esto, Bautisto estuvo durante todas mis vacaciones respondiendo a las llamadas y mensajes, como el mejor secretario, notificándome sólo lo más relevante y apuntando en mi calendario de trabajo el devolver las llamadas o confirmar citas para cuando regrese a la oficina.
Aquel mismo día fue el último día de mi estancia, y fue también duro despedirme de Bautisto, tras bajarme las maletas y llamar a un Taxi, cargó con parsimonia y orden perfecto mis pertenencias en el maletero y sosteniendo abierta la puerta trasera se quedó allí, atento. Mientras entraba al vehículo, y antes de cerrar, creo que noté su mirada digital, y estoy seguro de que ví un brillo en su led izquierdo, como un reflejo, ¿una lágrima? Nos habíamos tomado cariño. Bautisto, siempre me acordaré de tí, te enviaré un Whatsapp desde Madrid, amigo mío, nos vemos pronto. “Gracias señor, ha sido un placer atenderle”, espero verle pronto de nuevo en el “Royal Tech”.
Mientras el taxi se alejaba, miré hacia atrás y ví a Bautisto allí, de pié, frente a la entrada de recepción, mientras saludaba lentamente con uno de sus brazos robóticos, pendulando suavemente su mano de tres dedos mecánicos. Echaré de menos al buen Bautisto, el Robodomo.
Director de CREA Solutions, Emprendedor, Comunicador y Divulgador tecnológico. Consultor sobre Realidad Aumentada, Geolocalización, Sensorización, IoT, Smart Cities & Smart Destinations. Asesor Tecnológico para distintas organizaciones e instituciones.