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¿Qué podemos aprender de todo lo que está ocurriendo?

¿Qué podemos aprender de todo lo que está ocurriendo?

De lo que hemos aprendido, confirmamos lo frágil del sistema, y cómo nuestros planes y actividades pueden modificarse en pocos días. Hemos pasado de hablar sobre las diez tendencias para el turismo en dos mil veinte, a no tener turistas, ni vuelos, ni hoteles abiertos, ni terrazas, ni millennials, ni generación Z.

Con ello se ha ido la búsqueda del viaje como una actividad para el crecimiento personal y el autoconocimiento, se ha ido la hipersegmentación, y el Big Data, la estadística y el “mismo día del año anterior”. Hemos vivido una frenada en seco en nuestras vidas aceleradas. Y lo paradójico es que el parón forzoso va a ayudar a oxigenar el planeta, y debería servir para hacer lo propio con nosotros mismos.

La tecnología en la que tantas veces confiamos no nos ha avisado, tampoco nosotros lo hemos visto venir, teniendo algo más de información que ella.

Por el momento, es la tecnología la que mantiene activo lo poco que queda de nuestra actividad videoconferenciada. Se confirma que tecnología y humanos, mejor juntos. Mientras, hemos ganado en pocos días unos cuantos años a la forma en la que entendíamos el trabajo, individual y en equipo.

A nivel económico, estamos leyendo y viendo más que nunca sobre planificación de escenarios. Por lo general, fundamentados en tres hipótesis: escenario optimista, realista y pesimista. Las previsiones sobre la salida de la crisis las encontramos en gráficas con forma de U, V, W, J, según estemos ante planteamientos más o menos optimistas.

Esos escenarios se pueden acoger a ver el turismo como una actividad liberadora que ayuda a romper con la rutina de la situación actual, y por lo tanto será de los primeros sectores en recuperarse.

Frente a esta visión optimista, nos encontramos con quienes abogan por una salida lenta de la crisis, dada la mala situación económica de las familias una vez pase la fase de confinamiento.

Lo cierto es que como aprendizaje, es importante saber relativizar y entender bien la realidad a nivel particular y global (zoom in, zoom out), el exceso de información es el principio de la desinformación, y no es el camino más acertado para encontrar soluciones ágiles.

Otro punto importante es el tipo de información al que recurrimos, desde hace unas semanas hemos puesto todas las miradas hacia el futuro, y lo hemos hecho al unísono.

La información de que disponemos, la propia, es información basada en el pasado, y todo lo que ahora mismo nos condiciona es información del entorno, algo a lo que no veníamos prestando mayor atención, a excepción del benchmark y análisis de la competencia. Ahora más que nunca el concepto de entorno VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo) cobra especial sentido.

Esto es un aprendizaje que no debemos olvidar, pensemos en lo excepcional de unas siglas que hoy deberíamos entender como Virus Universal de Contagio Acelerado, pero que cuando todo esto pase, seguirán respondiendo a un mundo lleno de cambios, con datos internos que tendremos que aprender a obtener, analizar y usar para tomar decisiones inmediatas, y datos externos en los que tendremos que saber apalancarnos para generar nuevas oportunidades o utilizar, para evitar riesgos.

¿Qué pasaría si el nuevo año fiscal empezara el 1 de junio?

Cuando se dé el pistoletazo de salida, viviremos los días de “tonto el último” y antes de que eso ocurra, dudo mucho que sea año para una estrategia de ofertas agresivas en precio. El turista buscará seguridad, no precio.

Este año, el turismo no sólo es experiencial, también es terapéutico y necesita de innovación. Hay que repensarse, mejorar el producto, la experiencia, dar sentido a la palabra “nuevo” porque nuevo es todo lo que nos ha tocado vivir.

¿1 de junio de qué año?. De un año en el que despertamos con nuevas capacidades, nuevas formas de trabajar. A nadie hay que explicarle hoy el teletrabajo, la impresión 3d, o la importancia del trabajo en equipo, desde un balcón o desde el confinamiento en casa, por teléfono o delante de un ordenador.

Hemos entrado en el año de la improvisación segura, el “predecir y controlar” no está garantizado y necesitamos acciones ágiles, de fallar rápido, fallar barato y volver a empezar. En este camino, la empresa que tenga claro su propósito y visión tendrá mucho recorrido y tendrá más fácil huir del predecir y controlar, de las hipótesis en U, V o J. Tendrán más fácil relativizar lo que “no puede ser”, y focalizarse en lo que “sí va a ser”.

Deberíamos haber aprendido que la integración del propósito empresarial con el impacto social pasa a ser una necesidad, que la tecnología es un aliado para el negocio pero no la solución, y aunque no es la salvación, como herramienta nos ayuda a llevar a cabo la estrategia, a crecer y a pensar en global.

También deberíamos haber aprendido que los equipos y el trabajo cobran nueva dinámica cuando pensamos en conceptos como “co-creación”, que las personas, se ponen por delante de los procesos, y la innovación pasa a ser la única estrategia posible, la flexibilidad es su caballo ganador.

En cambio, la mayor regresión en todo esto es que para algunas cosas regresemos al sitio en el que estábamos cuando todo esto empezó. Así que deberemos sacar nuestro listado de cosas aprendidas y a aprender, porque como dijo Albert Einstein “es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia”.

Gracias por la lectura, un placer y un lujo que me hayas dejado entrar en tu casa.

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