Elon Musk, el millonario CEO de Tesla, se ha propuesto cambiar el modo en que nos desplazamos en nuestras ciudades. La semana pasada, el máximo responsable de la compañía realizó una conferencia en una sinagoga de la ciudad de los Ángeles. A estas alturas, nadie esperaría que el emplazamiento elegido por Musk fuera, precisamente, convencional. Nada lo es en Tesla.
En los últimos meses la compañía ha conseguido poner en marcha las primeras pruebas de su Hyperloop en distintos lugares del mundo. El nuevo transporte ideado por Musk pretende conseguir velocidades nunca vistas en transporte terrestre.
Ahora, además, Musk quiere crear una versión reducida para este proyecto, que se aplicaría al transporte dentro de las propias ciudades. Esta versión, llamada “The loop”, tendría una capacidad para 16 personas. Se accedería a ella a través de una estación en la superficie y alcanzaría velocidades de unos 241 kilómetros por hora.
Esto permitiría desplazarse del centro de Los Ángeles al aeropuerto en apenas 8 minutos, y el coste sería de apenas un dólar. En la actualidad, el mismo trayecto cuesta una media de 8 dólares y lleva una hora de tiempo.
En función del éxito del proyecto y de la demanda, The Loop desarrollaría tantos túneles como fuera necesario para acoger los nuevos vehículos.
Elon Musk es un gran defensor del sistema de transporte hipersónico por debajo de la superficie terrestre. En el pasado ha mostrado serias dudas sobre la viabilidad de un sistema de transporte urbano y aéreo, por el que están apostando claramente compañías como Uber.
En opinión de Musk, una red de taxis voladores supondría un ruido atronador para las ciudades –pensemos en el volumen que alcanza un único helicóptero cuando vuela cerca de nuestros edificios–. Además, sería un riesgo para la seguridad, ya que “tarde o temprano alguien dejaría caer un objeto que pusiera en peligro la integridad de los peatones”.
El proyecto de Elon Musk se enfrenta a varias dificultades. Por supuesto, la confianza en el proyecto depende casi exclusivamente del propio magnate, que lleva el peso de la financiación del mismo.
Además, la velocidad de las excavaciones no permite establecer una fecha cercana para ver esta idea convertida en una realidad. The Boring Company, también dirigida por Musk, es la encargada de las excavaciones. No le falta sentido del humor al millonario para aludir al aburrimiento que supone la parte de la excavación a la hora de ponerle nombre a la compañía.
Tampoco se le puede negar el optimismo y la capacidad para convertir un problema en una oportunidad. Además de aprovechar la tierra excavada para fortalecer los túneles, Musk ha aprovechado la coyuntura para fabricar y vender ladrillos, en sus palabras “de una calidad fantástica”. Incluso, quiere venderlos a los usuarios para que pasen el fin de semana realizando pequeñas construcciones en su jardín.
Así las cosas, y mientras esperamos para poder comprar un ladrillo fabricado por The Boring Company o a tener un jardín privado donde jugar con él, la compañía de Elon Musk nos permite soñar con un transporte público más limpio y rápido que el actual.